lunes, 11 de diciembre de 2006

Murió el Dictador...!


Murió Pinochet. Su deceso ha propiciado en el país austral respuestas paralelas de alegría y de tristeza. ¿Por qué?, sería la pregunta. Porque para algunos el progreso y desarrollo obtenido por Pinochet, en un país que pudo haber sido ‘envenenado’ por las líneas del socialismo, es más importante que la suma de muertos, desaparecidos, torturados y encarcelados surgidos durante su régimen dictatorial.

¿El fin justifica los medios?. Esa podría ser la razón por la cual algunos lloran la muerte del abuelito bonachón que estaban molestando tanto por estos días. Pobrecito...! Tras mandar matar y lesionar (física y sicológicamente) a tantas personas, tras desaparecer dinero del estado en cuentas bancarias en el exterior; ya anciano y enfermo, no merecía que lo molestasen tanto...! Sí, hay que llorar por su muerte. Llorar porque la justicia no llega para personas como él. Personas que se acogen a las herramientas burocráticas y legales que ellos mismos han creado. Sistemas manipulados por el poder que ellos mismos dispusieron para sí mismos.

¿Saben a quién me recuerda eso?. A un vecino de la zona de La Candelaria.

Hace no pocos meses, charlando un tinto y un cigarrillo, la conversación llegó a preguntarnos si había existido o no dictadura en Colombia. La respuesta fue positiva, en principio. Sí, la de Rojas Pinilla. Que por cierto... la ‘Historia’ recuerda con agrado porque trajo al país ciertos progresos que ningún otro dirigente había podido visualizar hasta entonces. En principio... Porque des-(o afortunada)-mente no logró prolongarse por mucho tiempo. ¿Que conclusión tuvo ésta ‘nuestra’ dictadura?: El Frente Nacional. Que es, ni más ni menos, la más descarada forma de amangualada dictadura que pudieron inventar nuestros queridos ‘Padres de la Patria’. La dictadura cayó (la de Rojas Pinilla), también la del Frente Nacional. Luego vino un juego de poderes similares que devino finalmente en nuestro actual querido vecino de La Candelaria.

Nosotros nunca tuvimos una dictadura. O por lo menos no una tan emblemática y sangrientamente representativa como las de países tipo Argentina, Chile o Brasil. Por eso, al no haber sufrido tales vejámenes (pues... tan viscerales), nosotros aprendimos a comer mierda sin quejarnos. Aprendimos a decir cosas como: “qué se le va a hacer... Así son los políticos...” y nada más. Nuestra coprofagia institucional permitió, después de tantos años, que aprendiéramos a lamer la mano del amo que nos da palo y verlo como el más inocente y desprendido de los hombres. Una persona que confirma, en no pocas intervenciones públicas, que el fin SÍ justifica los medios.

Nuestros políticos aprendieron a maquillar sus presunciones de dictador con tal arte que hoy hemos llegado al culmen mesiánico con nuestro vecino de La Candelaria. Él sí que sabe manipular un sistema autogestionado a su favor. ¿Habrá reelección por segunda o tercera vez y prolongación del tiempo de mandato?. Eso lo sabremos luego.

Ayer murió un dictador. Y sus crímenes nunca fueron pagados por él a pesar que el pueblo y la ley eran conscientes de todo lo que había sucedido. Ése tipo de situaciones nos hace rogar porque al menos exista la ‘justicia divina’ en el más allá. Este tipo de situaciones haría enojar putamente a un pueblo consciente...


Afortunadamente en nuestro país nunca ha habido dictadura. Por ello nunca hemos tenido que sufrir de este tipo de atrocidades ni hemos tenido dirigentes omnipotentes y monárquicos. Afortunadamente... Digo, no?

1 comentario:

Carlos Garcia dijo...

Bien por la ironía del final.
Miremos lo peligroso de la actualidad. Aunque no es precísamentae una dictadura, el uribismo es una falsa democracia que, a la postre, terminará por castigar la justicia divina, porque nuestra ceguera y pobreza política no alcanzará ver sus alcances.