En un ensayo que hice para clase de Teoría IV (hace rato), bastante autorreflexivo, decía: “Entonces me encontré una mañana frente al espejo frente a un ser extraño, un tipejo desaliñado y con cara de pocos amigos. El cabello revuelto, barba de cuatro o cinco días y una camiseta raída y vieja. “Es mi camiseta favorita”, pensé. “Me la rompió un cachorro de zorro que pasó hace algunos años por mi casa”, he tenido que explicar siempre que alguien me ve con mi camiseta de pijama favorita. Lo primero que pensé fue que debía afeitarme, la mía no es precisamente la barba más densa que se haya visto. Parte de mi herencia americana...
En condiciones similares me levanté el último jueves de marzo. La barba tendría un poco más de dos semanas. La camiseta era otra, un regalo de mi tío paisa, camiseta que después de llevar conmigo diez o quince años se convirtió también en pijama. Mientras me miraba en el espejo y trataba de desenredar la maraña de cabello mientras notaba alguna arrugas bajo mis parpados recordaba las palabras de Jairo: –¿Ya estás escuchando la W? ¿Lees el periódico en las mañanas? ¿Te preocupas por el examen de próstata?
No. No escucho la W. Y no leo el periódico en las mañanas porque dejamos de tener suscripción pu’allá por el año 94. En esa época sí leía El Tiempo antes de ir al colegio. En cuanto al examen... “virgen hasta el matrimonio” o hasta que el proctólogo me lo exija...!
Con el mismo señor González hemos hablado sobre muchas cosas de nuestra ‘dizque’ madurez cuasi contemporánea, pues él no es tampoco tan ‘más joven’ que yo. Hoy veo algunas cosas con cierto grado de vejez más que de madurez. Ese jueves me golpee con algunos de mis viejos rasgos de mentalidad adolescente. De chico me decían que en muchas cosas era un anticuado y hasta barroco. De chinche mi actuar estaba limitado por ciertas características más de un octogenario que de un pelado de seis o diez años. Nunca dejaré de ser niño pero el adolescente, hasta altura, comienza a desaparecer. En principio me aburre pero ya es justo y necesario. Conozco cuaren y cincuentones que actúan como treceañeras y son desesperantes. Pero ya dejemos la melancólica y sigamos.
El último jueves del marzo anterior estuvimos en Minos festejando (más bien conmemorando) el cruce (o más bien trasgresión) de la línea de mis veinte. Fueron compas de distintas épocas y roles (Colegio, Ing. Química, Teatro, Música, Coro, C. Humanas, Cuentería, etc). La idea inicial era cantar y tocar con varios instrumentos en escena con algunos de ellos. Desafortunadamente murió una de las dos guitarras que llevábamos (Sí, para la próxima procuraré guitarra de repuesto) y no salió como estaba previsto pero igual fue sabroso compartir con todos(as) ellos(as). [(as) por aquello de la “inclusión”].
Nada... He aquí algunas fotos de la noche del 29...
Fotografías en Minos...!
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