Etnografía de una Fila sin Navidad
Un escenario frío, desolador y lluvioso de fin de año. Sin dinero, sin con qué estrenar, sin juguetes, sin calzoncillos amarillos. Un acto y un epílogo.
La fila. Acto único
Miércoles 10 am. Paso por la portería caminando hacia una grisácea y húmeda calle 63. Atrás de mí queda cierto Instituto de Educación Técnica cuyas siglas son impronunciables. Mientras camino por la 24, hacia Galerías, sin recordar para qué voy hacia allá, pienso que ésa es la última clase paga del semestre. “Ups... de aquí a Marzo no vuelve a verse el dinero”.
Y entonces me acuerdo de mis deudores, y también de mis acreedores. Que me compré un casco, que mandé traer dos armónicas de las extranjas, que saqué prestado para pagar EPM, que no me alcanzó pa’pagar ETB...
Y mientras pienso en números alcanzo a ver un gran gentío a lo lejos. “Hay clásico en el Campín” –me digo–. “No sea pelota. Ni rojos ni azules lograron llegar a octavos” –me corrijo–. Entonces comienzo a relacionar las filas con lo escuchado los últimamente en noticias... Pirámides, DMG, interventora, Campín, tarjetas... “¡Aahh...! las filas aquellas...”.
Pasaban los titulares de la semana por mi cabeza cuando escuché un grito a lo lejos:
– “¡Pablo...!” –alguien–.
– “Miércoles, me agarraron. ¿A quién le debo...?” –yo–.
Doy la vuelta y me dicen: “Quiubo pánfilo, ¿qué más?”.
– “Ah. Ya me acordé” –me digo–. “Tenía que verme con mi primo”.
Cuando lo veo hago cara de “¿Estás haciendo fila?”. Pero yo mismo me respondo: “Es obvio ¿no? ¿O no sabes que están haciendo esas más de dos mil personas en las filas?”.
Por razones de la “reserva de sumario” le daremos al nombre de mi primo el valor de “A” y, sucesivamente, los de las demás letras a quienes vayan apareciendo.
Me acerco y A dice: “Como ve mijo, aquí en la Fila de la Esperanza”. Y entonces un viejo B completa sonriendo: “Sí, porque la esperanza es lo último que se pierde. Y como lo demás ya lo perdimos...”. Risas.
C pasa con el típico cantado de los de su gremio: “La carta, el sobre de manila, la huellaaa...”. D enciende un cigarrillo y le pido fuego. Su cabello me recuerda a Kakaroto (Gokú).
E, con acento costeño, le pregunta a una señora mayor, F, sobre qué hay que entregar. F dice “Pues lo que estaban diciendo los de chaleco rojo es que las tarjetas no hay que sacarle fotocopia”. “¿Para qué? –imputa G– es como si se le sacara fotocopia a una tarjeta de Transmilenio. ¡Todas son iguales! No tienen nombre, ni código de barras, ni nada”.
G se suelta un poco la corbata. Cabello engominado. Corto. Y se alcanza a percibir en su ropa el olor de un buen perfume.
“Ajá. ¿Pero entonces qué hay que entregar?”, insiste E. Recogiéndose su chal F dice “Pues la fotocopia de la cédula, la carta a la interventora, el formato que dan los de chaleco y las tarjetas”.
“¿Las tarjetas?”, dice A. “¡Huísara! ¿Y entonces yo con qué me quedo como garantía?”. “Nada –dice B– porque en los formatos no se anota el valor de la tarjeta”.
F le refuta diciendo “Pero eso lo escribe una en la carta”. “¿Y quién se queda con la carta?”, pregunta B. “Ellos”, dice F con voz apagada.
“Por eso. A nosotros no nos queda copia de nada” dice, no triunfante pero si contundente, B.
I: “Minuto celular... ¿Ya pusieron la huella? La huella a 100 pesos”.
Creo que a H le molesta el humo de mi cigarrillo pues al pasar se altera un poco y hace sonar sus cascos (¿o sus herraduras?) contra el suelo.
J y K piden un esfero prestado y mientras tanto todos comienzan a hablar del cuándo compraron sus tarjetas, que cuándo les iban a pagar, que en cuál oficina...
L: “Yo estaba feliz porque yo metí la plata un día que estaba al 200”.
J: “El problema es que a uno se le ‘abre la taza’. Yo ya había ganado 5 millones pero el día que fui a sacar la plata pregunté a cómo estaba y me dijeron que a 150. Obvio, la volví a meter”. Se ríe, y otros con él.
K: “¿Usted qué se queja J? En ésta tarjeta –la muestra– tengo 47 millones”.
J: “¡Ojo...! (riendo), guarde eso que es peligroso andar por ahí con tanta plata...!” Muchas más risas.
D: “Yo me salvé porque cuando hubo cliente para el carro yo no estaba en Bogotá. Que si no esa plata estaría en una de esas tarjetas
L: “Mi yerno sí vendió el carro y alcanzó a sacar la plata hace dos meses... Sin embargo –sonriendo– volvió a meter lo de las ganancias el muy gü...”.
Entre A, B, D, E, F, G, J, K y L contaron historias de muchos más literales y otros cuantos alfabetos...
M vendió tres tractomulas, 400 millones. N invirtió una cosecha de 180 millones y recibía la ganancia en 3 días. O, señora mayor, metió todos los ahorros de la pensión... y así...
D encendió otro cigarrillo. Yo lo secundé. La cosa se ponía más cruda tras cada historia.
A vió pasar a C y le compró la carta: “Dra María Mercedes Perry...”
H volvió a pasar, claro, con P montado sobre él. Pero ya no hizo sonar los cascos.
Q: “Empanadas calenticas, empanaadaass...”.
I: “Minuuutos. La huella a 100, la carta a 500, el sobre de manila, el estíquer”.
A: “¿El estíquer?” D: “Dizque para marcar la tarjeta. ¿Pero usted cree que se van a poner a organizarlas en cajitas ordenadamente? Noo... esta fila es puro contentillo.
M: “Sombrillas, paraguas...”.
Dos horas después de palabras, humos y llovizna ya se escuchaban conversaciones de otro tono...
D: “¿Y cómo nos avisarán cuándo vayan a devolver plata?” G: “Pues uno anota el celular y el fijo en el formato”. K: “Sí, nos van a llamar para que recojamos los rines de un Ferrari en Panamá”. Risas. J: “O los panorámicos de un Maserati”. A: “Pero saben qué...? La desvalijada del Yate sí la veo como grave...”.
Q, R y S fueron ejemplos de los amigos y familiares que sí pudieron ganar. Que tienen carros, que compraron la casa, la finca, pero los que estaban ahí, todos, perdieron.
T, en Mocoa, ya no está. 20 millones le hicieron llevarse una pistola a la cabeza.
U, V y W estaban sacando fotocopias, vendiendo tinto y agua aromática, repartiendo formatos con un chaleco rojo y una capa amarilla con un inconexo “Bogotá Sin Indiferencia” en letras rojas.
X fue el último al que vimos. Él se quedó con la carta, las fotocopias, medio formato y las tarjetas. A cambio, en el medio formato que quedaba no ponía ni sello, ni un teléfono, ni un nombre. Sólo un número de referencia a mano alzada escrito por un X.
Las demás letras no alcanzan para todas las demás literales que había allí en el Campín. Ni en las demás ciudades.
Digamos que Y hace la interventoría y Z, la última letra del alfabeto, es la encargada de lo onírico del asunto. La letra que arma la instalación, la que ordena y deja todo en silencio, la que mediáticamente nos entretiene y nos duerme.
Una señora, Θ, le dice a P que hay un loco Ω diciendo algo sobre el apocalipsis, “que tres letras de sangre envueltas en un halo de oscuridad”.
P le pregunta y se va montado sobre H. H y P.
Me pregunto sobre esa extraña imagen y veo las letras en mi mente...
DMG H S.A.
(Días Muy Graves Hoy Se Avecinan).
Epílogo
Ha habido tanta polémica (y mucho humor) ante la situación de las Pirámides y DMG que ya todos comenzamos a aburrirnos. El viernes fue el tema principal en la mesa del bar. En un instante de silencio alcanzamos a escuchar la conversación de la mesa vecina, y la siguiente y... así, todo el bar estaba sobre el mismo tema. ¿Pero por qué se vuelve tema recurrente? ¿En qué nos afecta a NOSOTROS?
Don Fiscal Mario Iguarán dijo al comenzar la semana que los clientes de DMG superaban el número de 4 millones de colombianos. Si hacemos cuenta que esos 4 millones de colombianos realmente representan a 4 millones de familias, porque el que puso la plata no fue sólo el papá sino el núcleo familiar (que hizo un fondo común), ¿cuántos colombianos son en realidad? Basado en el DANE donde la relación población/hogares para el 2005 fue de 4 nos da 16 millones de afectados. Cerca del 38% de la población colombiana tocada por esta situación. 1 de cada 4 (o más) de la mesa en que usted se encuentra tenía plata en DMG.
Muchos dijeron que el tema sirvió para opacar otros temas a partir de los MEDIOS. Es probable. Los FALSOS POSITIVOS se esfumaron, la MINGA se devolvió, de los PARAMILITARES sólo recordamos que viajaron a las Unites, el caso del PALACIO DE JUSTICIA desapareció de las noticias. Es más, ¿alguien aún se acuerda del término PARAPOLÍTICA? ¿O de Yidis y el proceso del Referendo?
Esta semana el Referendo de re-re-elección perdió votos (que dizque por apoyo a la gente del Putumayo) y aún así continuó su curso. Algunos dicen que con tanto afectado, resentido con Uribe, ya no van a votar por él. Otros dicen “los colombianos no tenemos memoria”. Otros dicen que esto sí se va a recordar pues el efecto de las CAPTADORAS y los pagos de sus deudas no se solucionarán en varios años. Es muchísima plata...!!!
Este mundo de medios hizo del viernes el día de la Marcha. El sábado, el de los damnificados del invierno. Y no estoy en contra de ayudar a unos (secuestrados) o a otros (invierno) sólo que sí es verdad que tanta parafernalia alrededor de tal o cual noticia nos hace olvidar lo de ayer y luego lo de anteayer.
Si aún están leyendo esto (escribí mucho más pero tuve que eliminar como 2 páginas) sólo me queda decirles lo siguiente. Son muchos los problemas que se nos vienen encima: políticos, climáticos, económicos y por supuesto SOCIALES. Pero me enoja pensar que TODOS son manipulados para hacer olvidar los otros y apaciguar los ánimos por otro lado.
La nota es sobre las captadoras y con ellas cerraré.
¿Qué tipo de negocio era DMG? No lo sé. Si David Murcia Guzmán escribiera un libro de esto podríamos saberlo. Pero no creo que lo “dejen”. ¿Cuál sería el título? ¿Tal vez “Mis primeros cuarenta mil millones”? ¿Cuántas copias vendería? ¿Ganaría más “DMG Ediciones” que “DMG Comercializadora”?
Queriendo, y sin querer, YO hice la fila en el Campín. Y vi la cara de la gente, sus ánimos, sus expectativas. Ellos esperan que el GOBIERNO, y la INTERVENTORA, les paguen el dinero que “invirtieron” o una cifra semejante. Eso es un absurdo claro está. Pero sinceramente no me da muy buena espina el procedimiento realizado por la interventora. El Gerente de Costa Caribe decía en La W que le mandaran supervisores fiscales y él le entregaba la plata a sus clientes. Gobierno dijo NO, que ellos mismos se encargaban de hacer "la vuelta". A ver...! ¿¡¡De dónde creen ustedes que se va a sacar la plata para pagarle a Ma Merceditas y a los de chaleco rojo y al X que escribió el número consecutivo y el al que "recomendó" a Merceditas y a los del consorcio para movilizar las tarjetas y a sus familiares y amigos y a...!!?
Mi primo A, al recibir ese “papelito” sin firmas ni sellos, dijo algo contundente: “Acabo de LEGALIZAR mi incertidumbre”. ¿Legalizar? ¡Si no tiene sellos ni firmas...! Abelardo de la Espriella, por ética, debío abogar por los clientes de la firma que tanto defendía. Muchos entraron confiados en esa defensa. Pero ¿ética en un abogado de su categoría?
Si los afectados serían 1 de cada 4 y en mi casa somos 5 por estadística al menos uno metió plata. Así, ¿cuál es la solución a NUESTROS problemas. Muy sencillo: “Trabajar, trabajar y trabajar” para poder pagar las deudas venideras.
Una recomendación: El día en que se riegue la bola que en “tal lugar” van a comenzar a “pagar” la plata de DMG ese día “algo más” de 100 mil personas querrán su dinero y la Policía no va a poder refrenarlos. Menos si Merceditas (obviando los descuentos de interventoría) les va a ofrecer 100 ó 200 mil pesitos. Ellos, la Policía, deben estar recibiendo Hojas de Vida para ese día. ¡¡Para que lo tengan en cuenta si buscan trabajo!!
Entretanto pienso en algo que es común en nuestra generación. Cuando alguien se ha ido a vivir sólo y la situación económica se ha puesto demasiado maluca vuelve a la casa materna. Pero si, como sería estadísticamente mi caso, yo “soy uno de los afectados” y yo volví a mi casa materna hace ya un par de años. ¿Ahora pa’dónde COGEMOS? Ah... Ya sé. ¡¡¡¡Agüelitas, todos sus nietos volveremos a casa...!!!!
Domingo 3 am.
Pablo T.
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