sábado, 30 de mayo de 2009

Pedro Antonio Méndez Méndez

Pedro Antonio Méndez Méndez
Recuerdos que se vienen de la tierra materna

Hoy, hace exactamente una semana estábamos despidiendo al abuelo en su último viaje. Fue, ante todo, un encuentro familiar de esos típicos que se suelen dar en los matrimonios y los entierros. De esos en que nos enteramos qué fue de Sutanita y qué de Perencejo, donde nos damos cuenta lo gordo que está el primo flaco y lo calvo que está el ex-mechudo... Pero sobre todo comienzan a llegar los recuerdos de aquel del que nos estábamos despidiendo.

Lo más pretérito que alcanzo a recordar del pueblo materno data de mil novecientos... mmm... bueno, digamos que para no entrar en fechas en ese entonces yo tenía siete u ocho años, Alexander tenía un par de meses más que yo, y los dos Óscar Mauricio eran dos años menores que nosotros. Si no estoy mal todavía siguen siendo dos años menores que nosotros...

Mi primer recuerdo es de la finca que tenían los abuelos en Caquian. Esas vacaciones los cuatro éramos los personajes de Los Magníficos (The A Team). Nuestras misiones infantiles eran transgredidas por algún mandato de mi abuela o alguna interrupción del abuelo. Estoy tratando de acordarme cuál de los dos Óscar era Murdock. A ver... ¿cuál tenía más pinta de loco? ...difícil saberlo. Bueno, sigamos.

En esas vacaciones conocí del picarle caña a las gallinas, del pasarse de la rama de un naranjo a la de otro cuales micos éramos, del darle hacha media hora a un tronco para que mi abuela o abuelo lo “trozara” en tres minutos porque estaba cansada(o) que nosotros no acabáramos, del arrancar yuca (aunque algo ya había conocido en Santander), del arrear el buey en el trapiche y del disfrutar del olor de la caña recién picada.

Años después estaríamos “boleando” ladrillo en el Chircal de los Castro para luego gastarnos lo que nos ganábamos en "garguerías" o en Diego Pacho, o estaríamos también por ahí jugando “escondidas” en la casa de la tía Emma, lavándonos en la pileta (con tamaño de piscina) en el “solar”, recorriendo alguna quebrada hasta su nacimiento o su caída en el río... o jugando futbol americano con una pelota desinflada en la cancha del Pío tirando a todos contra el suelo y arrastrándonos por toda la cancha, incluida la futura Señorita Amazonas.

De esas primeras vacaciones recuerdo que desayunábamos copiosamente y las “mediasnueves” siempre iban con carne y plátano asados. A la hora de comer lo único que nos preocupaba era el abuelo. La abuela nos regañaba pero consentía a sus “obreros” con superlativos platos pero, si te descuidabas, Pedro Antonio aderezaba tu comida, discreta y desinteresadamente, con ají molido que siempre cargaba en su bolsillo. Claro, nos picábamos y él ni se inmutaba. Serio, como si nada. Solo un rato después comenzaba a reír y si María, la abuela, se daba cuenta lo secundaba mirándonos con cara de “ah tontos, volvieron a caer”.

La risa de los dos cuchos siempre me ha parecido fabulosa. Para ese entonces ya conocíamos del particular humor de los abuelos. Las bromas y las “Chanzas Pachunas” estaban a pedir de boca. Precisamente recordábamos algunas en estos días. Bueno, recordaban ellos más que yo. El haber crecido en Bucara y Medallo me alejó bastante de ese compartir.

En particular mi abuelo fue un amante del traguito y las rancheras. Sé que de joven se le oía llegar a lomo de mula, a varias fincas de distancia, bebido y con sus rancheras... “Allá viene cantando don Pedro”. El Pedro era un viejo de dichos. Sus frases no solo eran célebres sino llenas de un humor único. Ayer hablábamos con Leandro de eso y tratando de recordarlas me decía: “Maldita memoria la mía, me acuerdo de cómo empezaban algunas ¡...pero no del cómo acababan...!”

En este momento alcanzo a recordar algunas escenas con algo de sus apuntes...

Casuales

Alguna vez al quitarse los zapatos nos mostró que le faltaba casi por completo el talón de una de sus medias. Y sonriente nos dijo:

– Se le fue un puntico a la media.
– Ya le dije que botara esas medias –le regañó la abuela–.
– Pero si cuando me las puse no estaban así, fue ahorita no más que se rompieron...


Indirectas

El año pasado, ya entrado en achaques de la edad, en Pacho estaban de Ferias y él no había podido subir al pueblo. Cuando los otros volvieron mirando de reojo a la abuela preguntó:

– ¿Y cómo está el ganado? Porque es que por ahí tengo una vaca vieja y si la puedo cambiar por un par de terneras “manquesea” le limpió los cascos y la llevo pa’negociarla.


Directas

Para las Bodas de Plata Castro Méndez, que coincidieron con la muerte del bisabuelo y tatarabuelo Agustín (Matrimonio y Velorio en un solo día), llegué por primera vez a Pacho con cabello largo. A mis veinte añitos. Cuando estábamos en plena sesión de fotos me miró y sutilmente dijo:

– Yo sí decía que alguna vez Diosito me iba a castigar con un nieto marica. ¿O es que no tiene pa’l “motilado”...?

Desde entonces siempre me saludó cogiéndome del cabello y pidiendo unas tijeras de podar o un machete “pa’quitarle ese mechero”. Años después fue publicada ésta foto que dejaba mucho qué desear del peluqueado de mi abuelo. Él la tituló: “La Virgen María y el Niño Jesús”.


Muy directas

Evidentemente en muchas ocasiones mi abuelo era más bien poco sutil y casi de un sincero pasado. Alguna vez iba con Leo subiendo a pie la montaña y advirtió:

– Con la edad he aprendido que mi cuerpo soporta algunas cosas y otras no. Mijo –dijo anunciando la sentencia que se avecinaba–, yo no llevo plata a la casa y por supuesto mucho menos mierda...!

Y excusándose con mi primo se retiró del camino, hizo lo suyo, y volvió al rato ya más “descansadito”.


De su salud

Hace ya varios años el abuelo estaba, como dice la canción, “golpeando las puertas del Cielo”. Hace seis años o más, víspera a su cumpleaños, se decía que ese era su último cumpleaños y por ello aquel se le celebró con todas las de la ley, con Rancheras y reunión familiar en pleno.

No se fue en ese cumpleaños pero sí tomó por costumbre enfermarse por la misma época... "casualmente" cercana a su cumpleaños. En una de esas ocasiones, estando hospitalizado y habiendo sido visitado por muchos de los suyos le dice a la enfermera:

– Tengo muchos familiares, hijos, nietos, el corazón me sirve a medias, al igual el hígado y los riñones, soy sordo de un oído y estoy tuerto... No puedo quejarme, tengo de todo un poquito...!

En otra ocasión estaba sentado en un cuarto de clínica rodeado de algunos familiares y comenzó a llamar a su hijo Juan Carlos. Luego se quejó porque lo estaba viendo y no se acercaba...

– No Pedro Antonio, eso es un espejo. Al que ve en el reflejo es usted mismo.
– No le digo. Si con un solo ojo veo gente que no está presente que sería si tuviera dos.

Como él ya veía a la “huesuda” en sus talones había acordado consigo mismo que cierta vaca iba a ser la encargada de pagar su funeral. “Esta es la vaca de Mantilla” –decía–. Mantilla era el dueño de la Funeraria del pueblo y cada vez que se enfermaba y volvía a estar bien decía: “Y nada que se vende la vaca de Mantilla. Yo le voy a seguir mamando gallo a ese viejo”.

Alguna vez, desconociendo la verdadera razón y preocupada porque pensaba que era una vaca en compañía, la tía Magdalena dijo: “Oigan, vendan esa vaca y denle esa plata al tal Mantilla que mi papá se va a morir y no va estar tranquilo con esa deuda...”. Los demás se rieron y le explicaron. Al final de cuentas la vaca se vendió, pero hace mucho rato, ¿en qué se la gastó? ni idea. Como ya tenía un par de seguros exequiales se despreocupó de los gastos, pero igual, le siguió mamando gallo a Mantilla.

El abuelo se fue. Sí, golpeó tanto las puertas del Cielo que al final le tuvieron que abrir. En estos días en que la muerte está casi siempre a la vuelta de la esquina es rico saber que algunos se van en la buena y sin cargos de conciencia, pues finalmente Mantilla cobró "lo suyo" en su Funeraria. Hasta ahora he despedido muchos amigos que no solo han sido contemporáneos sino incluso menores que yo pero, el cucho querido, se fue viviéndola toda y con toda.

En cierta canción de Sui Generis el ilustre Charly García cantaba:

“¿...y dónde estás, a dónde has ido a parar
...y qué se hizo de tu sombrerito gris...?”

Nosotros sabemos bien dónde está ahora nuestro viejo. Debe estar tomando aguardiente con los todos los santos y cantándole rancheras a la Virgen. Por supuesto, como necesita a alguien que lo regañe, mi tía Clara lo estará haciendo diciéndole:

– Papá, compórtese decentemente, y mucho más ahora que Dios sí que lo está viendo.

Él, abrazará a su nieto Andrés, chocará la copa con la de su sobrino Nelson y le responderá:

– Mija, estamos en la “eternidad” del Paraíso, o sea, que esta rumba va pa’largo...

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Jueves 28 de Mayo de 2009.
En la tardecita...
Pablo Torres MÉNDEZ

Post Scriptum: El abuelo Pedro se fue habiendo conocido mucha gente y con una bien extensa familia... 9 hijos, 34 nietos, como 20 bisnietos y no sé cuantos sobrinos-cuñados y demás personajes por ahí...

El último recuerdo físico que tengo de él es que, aunque yo sabía que era un "pesado", solo fui consciente de ello cuando lo cargamos de la iglesia al cementerio. Creo que casi todos nos quejamos del dolor de brazos al siguiente día.

Ya nos enteramos que desde arriba ya está haciendo de las suyas pues, ayer, a la misma hora de su muerte, 7 días después, una nieta suya salió de la carretera en un accidente en plena montaña santandereana y... ¡No le pasó nada!

Anexo éste video que subió por estos días el Padre Fabián Castro Méndez. Según el "Pie de Página" del Video esa canción fue de las primeras que el abuelo le enseñó a su hijo mayor...

Fragmento de Video: El Abuelo cantando con Facundo

De lo que se lea acá alguien podría pensar que el abuelo era medio mañoso y mamagallista, y sí, sí que lo era. Pero no el único, mi abuela también tiene sus historias de cuando en cuando. Y de mis tíos ni hablar, se podría escribir toda una enciclopedia de sus hazañas...

Por fortuna, eso sí, los nietos, TODOS, salimos lo más de santicos santicos...!!!!

Al finalizar este escrito acepto que modifiqué un par de textos y escenas, pero cavila una única cosa en mi testa... y ésta es que ojalá el cucho no me vaya a halar, si no las patas tal vez las greñas, por haberme burlado un poquititico de él, y de nosotros mismos...
Pablo™

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